Un domingo por la mañana caminaba por la Ciudad de México cuando vi a un hombrecillo particular, un organillero. No veía un organillero desde que era pequeño, cuando salía los domingos con mi abuelo que de manera casi ritual, me daba dos monedas. La primera parada era visitar al único organillero de La Plata. Un hombrecito bastante mayor daba vueltas a una palanca haciendo que el organillo tocara una metálica melodía francesa. Encima del organillo caminaba un loro. A cambio de una moneda, el hombrecillo abría un cajoncito lleno de tarjetitas blancas. El loro sacaba una tarjeta con su pico y nos la entregaba. En la tarjeta había frases impresas que podían ser tanto una predicción, como un halago o un chiste. La siguiente parada era una máquina de bolas frente al kiosco de la plaza, a donde iba a parar la segunda moneda. La ilusión con la que abría esa bola era desproporcionada para lo que podía haber dentro, pues los premios eran unos pequeños juguetes de plástico para armar. Los mejores eran de plástico duro pintados a mano sin mucha destreza. Pero no creo que en mi vida haya sentido algo más mágico que esos paseos junto a mi abuelo.

Ahora imagina que encuentras un organillero que en vez de loro y tarjetitas de la suerte, vende una pequeña caja color aguamarina. En la caja sólo hay una ficha y una dirección. Al llegar al sitio descubres una tienda vacía, con las paredes de un intenso color aguamarina. En medio de la tienda hay una máquina de bolas dorada que recuerda una cara sacando una larga lengua. La máquina está sobre un pedestal bastante alto. Como cuando tenías 7 años, te pones de puntas de pie para llegar a la ranura. Giras la oreja y se acciona el mecanismo. Como si fuera un tobogán, se desliza por la lengua un huevo que cae en tus mano y lleva dentro un colgante-talismán.

Este proyecto está muy cerca de ver la luz. Hemos terminado el mecanismo de la máquina y las primeras copias de los colgantes son muy bonitas. Queremos hacer una serie de Pop Ups en diferentes ciudades. Es difícil decir para mi si la obra es la máquina, los colgantes o la experiencia. Quizás es el conjunto.

Bichoux es la mezcla entre Bicho (un insecto o algún tipo de criatura en español) y Bijoux, que es la palabra francesa para bisutería.